Postrado ante vuestro acatamiento ¡VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra Concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, abogada, reina y señora de todas mis acciones, y protectora ante la majestad de Dios.
Yo os prometo, Virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto, ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean, vuestro amor.
Recibidme, Madre tierna, desde este momento, y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Así sea.
¡Oh, María, sin pecado concebida! Rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
(300 días de indulgencia cada vez)
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